Rumbo a bucear, desayuno liviano (no
como los días anteriores) y salir.
Nos llevaron en unas minivan hasta el
puerto de donde salían los barcos. Eran tres barcos según los niveles que tenía
cada uno de buceo, ya que había algunos que tenían el curso hecho y otros no lo
teníamos. Luego de explicarnos las cosas básicas, partimos con rumbo hacia la
zona donde íbamos a hacer el descenso. El agua era sumamente cristalina y yo
estaba muy ansioso por llegar. Fuimos hasta una zona de corales que ya desde
arriba del barco se veían increíbles. Nos pusimos los trajes y esperamos los
turnos para empezar a bajar, ya que primero íban los que tenían el curso
hechos, porque ellos bajan varios con un solo instructor, y nosotros éramos dos
por instructor. Con Claudia estábamos desesperados por tirarnos y ni bien
dijeron fuimos los primeros en acercarnos al borde. Entramos al agua con todo
el traje puesto, y metimos la cabeza en el agua ya respirando con el tanque.
Pensé que iba a ser una sensación rara, sin embargo fue lo más natural del
mundo y respire normal sin ponerme nervioso. El instructor fue desinflando el
chaleco y de a poco fuimos bajando, con Clau íbamos agarrados por los brazos y
el instructor atrás guiándonos. Cuando quise acordar miré para arriba y ya
estaba varios metros abajo. Me dí cuenta porque se me taparon los oídos un
poco, pero me los destape enseguida. La vista era incréible, peces por todos
lados, grandes piedras, enormes corales, muchos colores y todo hermoso. No me
daban los ojos para mirar todo lo que quería. Era consciente de que el paseo no
íba a durar mucho y lo quería disfrutar al máximo. Se dejaron de lado los pocos
nervios que había, y el silencio del fondo del mar era lo único que
escuchábamos, junto con nuestra respiración y las burbujas. De a poco empezamos
a subir para salir a la superficie, sin tener ningún tipo de problema. La
verdad que fue una experiencia increíble. Quedaba una sumergida más en otro
lado.
Mientras los demás bajaban pudimos
hacer snorkel por la zona, no se ve lo mismo ya que no podes bajar tanto porque
la respiración te empieza a cansar mucho. Pero al tener las patas de rana te
ayuda a bajar bastante en cada sumergida. Al estar más suelto pude estar más
rato sacando fotos a los increíbles peces que pasaban por todos lados.
Fuimos para el segundo lugar donde
supuestamente iba a estar mejor. En el camino tuvimos unos percances con el
otro barco, nos desencontramos y no se entendieron muy bien. Los guías eran
medios chantas y estaban todos enojados entre sí, con los otros barcos y
también un poco con nosotros, éramos muchos. Pero igual a mi no me importo
nada, quería disfrutar de la última bajada sea como sea. Esta vez no estuvo tan
bueno, era un punto mucho más hondo y para nosotros que no bajamos tanto no
pudimos ver mucho. Igualmente se disfruto mucho, ya uno sabía a que se iba a
enfrentar, y trate de no sacar tanta foto ni preocuparme por la cámara, sino a
sacar fotos con la retina.
Después de eso fuimos volviendo ya casi
de tardecita y en el viaje me puse adelante del barco a mirar el agua, el
horizonte, el paisaje. En eso, veo movimiento en el agua, fije la vista y eran
2 delfines que venían exactamente en contra del barco, les grite a todos para
que vieran y en ese momento los delfines se metieron y pasaron por abajo del
barco. Nadie me creía porque solo yo los ví. Paso un rato y seguí mirando,
quería mostrar que había sido verdad. Al rato de eso, una gran familia de
delfines nos acompaño al costado del barco, y ahí todos pudieron verlos nadar
junto al barco por un ratito. Hermoso terminar esa tarde de esa menera.
Después a volver a dormir, que nos quedan unos días más acá.
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